lunes, 18 de marzo de 2024

Crónica de la 29ª Tertulia

      Habitualmente llevamos a cabo las Tertulias en viernes. Esta es la excepción, que se la debemos a la tractorada que los agricultores y ganaderos tenían programada para el viernes 15, en Valladolid.  De ahí la inclusión de tractores en el marcapáginas recordatorio.

     En cuanto al restaurante, después de una prolongada ausencia, hemos vuelto al Montico, con su espectacular marco y nuevo equipo al frente del mismo. Hemos salido satisfechos, con las viandas y con el trato recibido.

     Que yo recuerde es una de las Tertulias con menos participación de tertulianos y, curiosamente una de las más participativas, alargándose los comentarios cerca de las dos horas.

     Manuel, Mª Victoria, Esperanza, Ana, Pedro, Raquel, Marisa, Sole, Bernardo y Cristina, (otra curiosidad, cinco jubilatas y cinco currantes, que hasta en la foto han salido así agrupados. ¿Quién lo diría? con lo jovencitos que se nos ve, ji j i ji) son los tertulianos que se han explayado sobre:

                Los ingratos de Pedro Simón.

     Sinopsis: Una emocionante crónica familiar y sentimental. El retrato de un país que miraba al futuro y se olvidó de dar las gracias a la generación que lo hizo posible.

«Nos rezaban que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una señora de campo que pinchaba cuando te daba un beso».

     1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho.
Los ingratos es una emocionante novela sobre una generación que vivió en aquella España donde se viajaba sin cinturones de seguridad en un Simca y la comida no se tiraba porque no hacía tanto que se había pasado hambre. Un homenaje, entre la ternura y la culpa, a quienes nos acompañaron hasta aquí sin pedir nada a cambio.

Biografía del autor

     Pedro Simón (Madrid, 1971) es periodista del diario El Mundo y ha obtenido diversos galardones por sus artículos. Entre ellos destaca el Premio Ortega y Gasset 2015 en la categoría de Periodismo Impreso por su serie de reportajes en El Mundo La España del despilfarro y el Premio al Mejor Periodista del Año de la APM en 2016. En 2020, fue finalista de los premios de la Fundación Gabo. En 2021 ganó el Premio Rey de España de Periodismo.
      Es autor del ensayo Memorias del alzheimer y de las novelas Peligro de derrumbe, Los ingratos (Premio Primavera de novela 2021) y Los incomprendidos. Ha publicado también las antologías de reportajes, Siniestro total y Crónicas bárbaras. Es uno de los autores, junto con Eduardo Madina, Javier Gómez Santander y Antonio Lucas del volumen Perder la gracia.

     En sus inicios trabajó también en el periódico La opinión de Zamora.

 

     Las ideas principales que se han destacado entre todas las intervenciones han sido:

     A los que tienen edad suficiente, y han vivido en pueblos, les retrotrae a su infancia. Es por ello que, matices aparte, a la inmensa mayoría si le ha gustado el libro. A alguien le ha encantado y hasta se ha emocionado con su lectura.

     Se destacan como protagonistas a David y a Emérita, alrededor de los cuales gira toda la trama.

     Por eso de que la educación está de por medio en el libro, y que los tertulianos “entienden” algo del tema, se han producido muchos comentarios al respecto.

     Alguien relaciona a Emérita con la “Madre Tierra”. Es posible que lo aclare la interesada.

     Se le ha comparado con Miguel Delibes, salvando las distancias, en cuanto a relatar la naturaleza y la aldea como lugares idílicos.

     Es de lectura fácil y agradable.

     Se pone de manifiesto la distinta sensibilidad hacia los animales de la que impera en estos momentos.

     El autor idealiza la realidad y mezcla recuerdos de distintas épocas.

     Se observan lagunas en el relato, por ejemplo la relación entre los padres de David. La relación de juegos descritos es muy corta. La relación social con las “fuerzas vivas” del pueblo y con las personas mayores del mismo es muy corta o nula.

     Puede provocar un sentimiento de que no cuidamos a las personas mayores. También de pena en algunas situaciones como la muerte del niño de Eme.

     A pesar del título, se piensa que no hay falta de gratitud hacia las personas con las que interactuamos en tiempos anteriores, sino que el devenir de la vida propicia que unas situaciones y personas se van superponiendo a las anteriores.

     El retrato de la vida en los pueblos se correspondería mejor con las dos décadas anteriores.

     Sobre la ingratitud: ¿quién debería dar las gracias, David a Eme, Eme a David, o mutuamente?  Nos habla de la felicidad, personificada en Eme, quien encuentra una oportunidad de rehacer su vida en casa de la maestra….

     El final es de lo más decepcionante, después de 40 años en los que no ha tenido un solo detalle ni recuerdo de Eme, emprende ese “viaje a la nada”.

     El libro tiene mucho de biografía, pues según sus palabras: “me crie en pueblos hasta los diez años. Llegué a Madrid en los ochenta. Tener las uñas llenas de tierra siempre y los pantalones rotos a la altura de las rodillas. Mi padre iba a cazar  con un vecino. Estaba todo el día en la calle. Mi padre trabajó en la Chrysler. Mi madre era maestra”.

    Para la próxima Tertulia se acuerda, por unanimidad:  Palabra de Reina, de Gema Bonnín

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