Piñeiro, Claudia.
Catedrales. [Barcelona]: Alfaguara, [2021]
A todas las Marcelas, a los desmemoriados.
Reseña de la lectura comentada el 23 de junio de 2023.
UNA -NOVELA- CORAL QUE GRITA.
La arquitectura de la obra se asienta en distintos planos, que habrá que ir deconstruyendo, y cuya piedra angular es el título.
En principio, el argumento de una historia familiar terrible envuelve otras, subyacentes
o escondidas, que vienen a explicarse, finalmente, con ese evocador título; el cual,
posiblemente, no deje indiferente al lector; máxime cuando, añadida, tenemos como
referencia el cuento de Raymond Carver “Catedral"”.
La novela empieza tejiendo una tela de araña en la que tanto los personajes, como el lector, van quedando atrapados; aquellos, envueltos en extrañas circunstancias.
El fino velo de la tela lo constituyen los hilos de la trama y la urdimbre: la sociedad y la religión. En este caso, el escenario de los hechos está en Argentina, recién salida de la Dictadura, pero cuyas estructuras sociales aún permanecen.
No hay derechos civiles, o están castrados, el sistema sanitario es deficiente, las creencias sociales y religiosas siguen pivotando entre el sistema antiguo y el que comienza.
En la vida familiar, y en la de las mentalidades de la época, se siguen aprobando, y se dan por hecho circunstancias que ya no dan resultado, no funcionan. Los progenitores, (gestores), sin embargo, confían en que su sistema continuará.
Es en la “catedral de la familia” donde se construye el entramado del argumento perfilando el recorrido de muchos caminos vitales; lo mismo que los edificios catedralicios, porque las catedrales fueron construidas por sagas familiares de artesanos y artistas que, a través de los siglos, cincelaron cada piedra, durante generaciones.
En el cuento de Carver, inscrito en el movimiento del “realismo sucio”, el personaje del ciego, guía a su anfitrión dibujando catedrales: “La vida es rara” “Ahora pon gente por ahí ¿qué es una catedral sin gente?” “Los que empezaban no vivían para ver terminada la obra. En ese sentido… no son diferentes a nosotros”.
Pero si la piedra “angular” falla, cae todo el edificio. La familia de Alfredo ha sufrido un duro golpe. Ana, cuyo nombre podría recordarnos a santa Ana, es encontrada muerta, descuartizada y quemada. Todos empiezan a preguntarse por los motivos. Es entonces cuando la familia se desmiembra y cada uno busca su sitio; busca la verdad, o inicia un camino de huida de su terrible y aplastante circunstancia.
R. Carver: “A veces las catedrales tienen demonios y cosas así en la fachada. En ocasiones caballeros y damas” “suben muy arriba, hacia el cielo”, “algunas son tan grandes, que han de tener apoyo…” “me recuerdan a los viaductos”.
En esa dispersión familiar, es donde encontramos a Lía, en Santiago de Compostela, lugar de culto
ancestral donde, finalmente, puede estar enterrado el apóstol, pero quizá, por improbable, otros piensan que quien está enterrado es Prisciliano.
Este Obispo de Ávila, decapitado en el siglo IV, dio lugar a la doctrina cristiana ascética de tintes gnósticos llamada Priscilianismo, que concedía gran importancia a la mujer como participante en la vida de los templos y condenaba la esclavitud. Reconoció el celibato, pero no prohibió el matrimonio de monjes y clérigos.
Ese camino de perfección o de purificación, en la novela, también lo es para Mateo, para Lía, y quizá para Carmen y Julián, nuestros personajes; pero se asienta sobre arenas movedizas, puesto que la catedral de Santiago escondería un falso mártir. Es decir: cierta verdad, esconde otra, falsa, que ha fundamentado una creencia arraigada.
Así pues, la cadena de la vida queda interrumpida en el incipiente eslabón de Ana, que de ángel pasa ser demonio, envuelta por esa tela de araña social de prejuicios y moldes que no se quieren romper.
A lo sumo, esa continuidad vital, sencilla e impoluta, comenzaría con la interrupción de la memoria, trazando un camino nuevo e inusual, como el de Alfredo, el padre, y Marcela, símbolo de resistencia y principios.
Finalmente, la historia se reconstruye, pero la muerte de varios personajes planea por la obra en esta novela coral en la que cada personaje grita su verdad o su circunstancia, quizá para que los juzguemos y los absolvamos, porque las acciones, incluso las más anodinas, no son en sí mismas buenas ni malas; lo hiriente es la verdad universal que las arropa.
Soledad González.
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